Por: Blanca Gonzales
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(Foto: Pinterest) |
Y es tal vez en las situaciones de desdicha, de lamentos y dolores, que hemos querido escapar con todas nuestras fuerzas a un imaginario de consuelo y esperanza como el que fantasea Edu, a quien la vida le enseño la peor cara de la humanidad, así como el amor puro y sincero de quien verdaderamente ama.
El Velero de Cristal nos embarca a conocer el dolor del rechazo por parte de la sociedad y la familia, y a disfrutar de una felicidad inventada mediante los sueños, a través de la historia de Eduardo, un niño incapacitado que sufre por la indiferencia de su madre a raíz de su condición, pero que es muy querido por su tía Anna, una figura sentimentalmente solitaria que le dedica su vida a ese ser desafortunado y lo acompaña en su viaje al país de los sueños. A esa casa hermosa frente al mar que guarda en sus adentros coloridos personajes que demuestran la riqueza imaginativa del infante y la idea que tiene Vasconcelos sobre las personas.
Es un hecho, la historia es buena y el libro ameno. Vasconcelos escribe de tal manera que engancha al lector y hace imposible que se pierda o distraiga en cosas incoherentes, permitiendo que viva cada segundo la historia como si fuera su propia experiencia e identificándose no solo con el protagonista, sino sucumbiendo ante el cúmulo de sentimientos negativos, de odio y rencor hacía la imagen de una madre desinteresada por un hijo malformado y monstruosamente feo. Mientras que, por el otro, permite tener un sentimiento positivo hacia la mujer que hace de todo por ver feliz a su sobrino.
En sentido técnico, se nota la dominación literaria y el estilo propio de José Mauro de Vasconcelos para narrar ordenadamente sucesos que engloban toques de veracidad, reflejando una vida recorrida, a través de un pulcro y correcto vocabulario, repartido en frases cortas que hacen de este libro un buen cuento para los niños y la excusa perfecta que lleva a los más grandes a reflexionar sobre la historia en comparación con la realidad.
Sin duda, estamos ante un libro que no necesita de tantos recursos literarios para plasmar en sus escritos la garantía de una buena lectura, ni tampoco evade los signos que ayudan a encontrar la esencia y el sentido de la comprensión lectora o, por el contrario que recurre a lo melodramático para mantener la atención del lector hasta el final de la historia. Estamos ante la representación de una buena literatura que deja una enseñanza sobre la vida, los sueños y el verdadero amor.