Por: Blanca Gonzales
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Yenifer Paredes (Foto: La República) |
Claro está que la corrupción se ha impregnado en lo más recóndito de la gestión política peruana. Hace varios años que venimos presenciando la caída de mandatarios por la misma razón: un apego a cometer actos ilícitos con el fin de salvaguardar un poder que no le pertenece y para satisfacer sus intereses particulares por encima de los del pueblo.
Esta vez, el protagonista principal no es un señor con sombrero que habla incoherencias en cada oportunidad que se relaciona con la prensa o que piensa de su entorno, una zona de combate entre su dignidad, el Congreso y la prensa. Ahora, el espectáculo lo desarrolla la cuñada del presidente Castillo, Yenifer Paredes.
Minutos antes de las 5 de la tarde del 9 de agosto empezó otro capítulo trascendental de la tan conocida serie de corruptos. Las autoridades habían iniciado un operativo que, en simultáneo, capturaba en el Centro de Lima al alcalde de Anguía, José Medina Guerrero, y entraba en Palacio de Gobierno para detener a la cuñada del presidente, Yenifer Paredes, misma que hasta antes de la captura estaba desaparecida, constituyendo otro caso de obstrucción en el seno de esta administración.
En este sentido, la razón original de los sucesos es una seria investigación por una presunta organización criminal liderada por el jefe de Estado, que involucraría al ministro de Transportes, Geiner Alvarado, y a la primera dama Lilia Paredes, y que habría direccionado licitaciones para determinadas obras en el distrito de Anguía que, además, pertenece a la provincia natal de Castillo: Chota.
A ello se suma, discutibles sospechas por el gran incremento al presupuesto del distrito ya mencionado y las coincidentes nueve reuniones en Palacio de Gobierno entre julio y diciembre del 2021 por parte del alcalde y el presidente de la República, sobre todo, por la participación de una joven que resulta ser hermana de Hugo Espino Lucana, el amigo de Yenifer Paredes que visitó Palacio de Gobierno y el Ministerio de Vivienda hasta en cuatro oportunidades entre agosto y setiembre pasados.
Como vemos, nuestro país sufre y viene arrastrando una problemática que no tiene cuando acabar. Es evidente que Castillo y su familia tienen mucho sobre que hablar, sin embargo, prefieren hacer la vista gorda, lo cual refuerza la idea y el rechazo que tiene la sociedad peruana en relación a su caótico gobierno. Además, que nos puede direccionar, en los próximos años, a un Perú totalmente inseguro y terriblemente incapacitado para llevar las riendas de una nación entera.
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